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El gran desafío en la innovación son las personas

Cristian Ull  Daniel Medina

Daniel Medina y Cristian Ull son cofundadores de Area101, una comunidad que une a los líderes de innovación corporativa, transformadores del tejido e

Centro Europeo de Empresas e Innovación de Valencia

Centro Europeo de Empresas e Innovación de Valencia

Publicado el lunes, 28 de agosto de 2023 a las 13:31

Con vuestro último libro habéis intentado evitar la jerga del ecosistema para poder llegar a toda la sociedad. ¿Es necesario ampliar este esfuerzo?

 Totalmente. Cuando empezamos con la aventura de escribir el libro “101 Historias de innovación” nos inspiramos en todos los libros que habíamos leído previamente y nos fijamos en aquellos detalles que caracterizaban los que nos habían marcado especialmente.

 En primer lugar, destacaban los libros contados en primera persona, aquellos que narraban una serie de aprendizajes basados en experiencias y prácticas aplicadas. Nunca es igual que alguien te cuente algo que piensa o cree, a que te cuente algo que ha vivido y que ha puesto en práctica.

 A este hecho se le sumaba otro, y es que a pesar que hay libros de innovación muy buenos, la mayoría de ellos obligan a tener un conocimiento previo en la materia, desde conocer la jerga hasta entender los anglicismos asociados. Dado nuestro objetivo de acercar la innovación a todo tipo de públicos simplificamos al máximo el lenguaje y las expresiones, tratando de facilitar que incluso aquella persona que no hubiese leído o conociese especialmente sobre innovación, pudiese iniciarse en la materia con nuestro libro.

 ¿La innovación la encontramos en todos los sectores o está mucho más presente en algunos determinados?

 Preguntémonos a nosotros mismos para poder responder a esta pregunta, ¿Cuánto ha cambiado la forma con la que nos relacionamos con nuestro banco, cómo consumimos noticias o información, o cómo nos relacionamos con nuestros amigos? Posiblemente al responder mentalmente a la pregunta recordemos hábitos que hoy en día se nos hacen muy lejanos ya, aunque hace menos de 10 años eran parte de nuestro día a día.

 Porque nos damos cuenta que todos los sectores están inmersos en una profunda transformación, dónde su capacidad para innovar ya no solo va dirigida a diferenciarse de su competencia, sino especialmente busca luchar para continuar siendo relevantes y sobrevivir. La innovación ha llegado a todos los sectores, no a la misma velocidad, pero sí con la misma fuerza. Hoy podemos encontrar empresas farmacéuticas, energéticas, aseguradoras, clubes de fútbol, aerolíneas, entre muchas otras, impulsando procesos de innovación para mejorar su resultados en el corto plazo y asegurar su supervivencia en el largo.

 Una metáfora que ilustra bien este proceso está en el cuento de “Alicia en el País de las Maravillas”, cuando hay un momento en el que Alicia sorprendida dice que en su mundo “cuando uno corre suele llegar a alguna parte” y la Reina Roja le responde, “Tu país debe ser algo lento. Aquí, tienes que correr a toda velocidad para poder permanecer en el mismo lugar, y si quieres desplazarte a otro … ¡Entonces debes correr el doble de deprisa!”

 Porque si nuestra empresa no está corriendo no significa que no estamos avanzando, significa que estamos yendo hacia atrás, perdiendo competitividad, y que nuestra supervivencia está en riesgo.

 En el ámbito internacional, ¿los retos de innovación son los mismos a los nacionales? ¿Cómo de incipiente está la innovación en nuestro país?

Como niños que todos hemos sido, empezamos a movernos gateando. Al año, empezamos a dar nuestros primeros pasos, tambaleándonos ayudados de nuestros padres al inicio, y dando pasos cada vez más firmes a medida que vamos practicando. Sin embargo, al tiempo, cualquier niño es una máquina de corretear allá donde va, sea su casa, el parque o la calle.

Pues bien, en innovación sucede algo similar, donde cada ecosistema está en una fase diferente. Algunos ecosistemas como Estados Unidos iniciaron procesos de innovación hace ya un tiempo y lo afrontan desde la madurez de quién ha aprendido desde la práctica. Otros ecosistemas más emergentes están empezando a dar sus primeros pasos ahora, y sus organizaciones aún se preguntan, ¿por dónde empiezo a innovar? y más importantes, ¿cómo lo hago?.

En nuestro caso pudimos ver cómo en España más allá de unos pocos pioneros organizaciones que empezaron en 2010, empezaron a surgir departamentos de innovación dedicados sobre 2016 en muchas organizaciones. Por lo que podríamos decir que nuestro tejido empresarial a nivel general está en una fase que podríamos considerar preadolescencia, donde ya se ha consolidado la necesidad de innovar y unos procesos definidos, lo que está derivando en una profesionalización y estandarización de muchas de estas prácticas. Entre los retos que muchas organizaciones tienen actualmente está cómo combinar el valor en el medio-largo plazo de la innovación con generar un impacto en el corto plazo, cómo aportar más valor al resto de departamentos y negocios de la compañía, o cómo impulsar una cultura que promueva la innovación entre los empleados de la organización.

Porque la innovación es un camino en el que para correr primero hay que gatear y andar, por ello, la reflexión para las organizaciones que aún no han definido su estrategia de innovación es un mensaje de urgencia, ya que el tiempo apremia y han de iniciar el camino lo antes posible.

Solemos asociar innovación a tecnología, ¿es un error?

 Innovación y tecnología se han considerado durante mucho tiempo sinónimos, dado que muchas innovaciones han tenido carácter tecnológico o digital.

 Sin embargo, si tratamos de trasladar la innovación a una imagen, la innovación es un punto de unión de tres ámbitos: la necesidad de un cliente, la factibilidad tecnológica, y nuestra capacidad de desarrollar un modelo de negocio de esta innovación.

 Hay un dicho muy extendido entre los profesionales de innovación: “la innovación sin implementación es imaginación”. La historia está llena de invenciones que no se convirtieron en innovaciones al no ser capaces de ser implementadas o lanzadas al mercado. Y es que muchas veces hemos visto cómo las organizaciones influenciados por modas tecnológicas han impulsado desarrollos que o no respondían a necesidades de sus clientes o no eran capaces de ser monetizados.

Hoy en día el enfoque para impulsar innovaciones habitualmente es cada vez menos “technology push” (empujadas por tecnologías) y más “user-centric” (basado en las necesidades de los usuarios y clientes).

 A todo esto, se le suma una nueva pieza, la sostenibilidad. Porque en 2023 no se concibe una innovación que no tenga un impacto positivo en la sostenibilidad del planeta.

 ¿Las empresas buscan cuantificar el beneficio monetario cuando invierten en innovación?

 Desde sus inicios uno de los grandes caballos de batalla de la innovación ha sido saber cómo medirla y cuantificar su impacto en la organización en el corto, medio y largo plazo. Esto no es algo sencillo, ya que la actividad innovadora genera retornos a veces más cualitativos, en forma de aprendizajes o cultura de innovación, que cuantitativos, como el retorno económico derivado de sus proyectos.

 En mi experiencia, un factor clave que define los indicadores del departamento de innovación es la madurez desde su creación, ya que su foco va evolucionando en el tiempo según las necesidades de la organización. Toda unidad de innovación recién creada suele tener el foco en impulsar unos primeros proyectos pilotos que demuestren valor pronto al negocio, al mismo tiempo que se empieza a construir la infraestructura necesaria para innovar, como es la relación con el ecosistema y la cultura de innovación.

 Por ello, las unidades de innovación de nueva creación adoptan indicadores destinados a medir la actividad generada en el «funnel de innovación», la cantidad de nuevos proyectos e iniciativas exploradas y cómo se van convirtiendo en potenciales pilotos y proyectos.

 Al mismo tiempo, estas unidades suelen medir el número de interacciones con el ecosistema, como las alianzas realizadas o los impactos derivados de la participación en eventos de innovación.

Por otro lado, respecto a la cultura de innovación, el objetivo es ir cultivando un espacio donde los empleados entiendan el rol del departamento de innovación, por lo que se suelen medir elementos como el número de empleados impactados por las iniciativas de innovación o cuántos de ellos han participado activamente en alguna de estas iniciativas.

 Una vez la unidad de innovación se haya consolidado, el foco pasa a ser la explotación de la infraestructura creada para generar iniciativas de valor para la organización. En este punto se tiende a adoptar unos indicadores para medir los retornos de la innovación en términos de impacto en el negocio, como el número de nuevos productos lanzados, los retornos económicos, las eficiencias generadas por iniciativas de innovación o la satisfacción del empleado o cliente.

 El día a día de los departamentos de innovación suele ser muy diferente al del resto de la organización, lo que en algunos casos puede generar diferencias e incluso fricciones. Por ello, es fundamental adoptar un modelo de medición de la innovación que se ajuste a las necesidades de la organización y que permita crear lenguajes y procesos compartidos que unan fuerzas con el resto de la organización.

 ¿Hemos avanzado en innovación abierta o colaborativa?

 La innovación abierta o colaborativa requiere un profundo cambio de mentalidad y procesos en las organizaciones. Hasta hace unos años las organizaciones estaban más enfocadas en construir muros que protegieran su actividad y ventajas competitivas que en construir puentes que les permitieran conectar esta actividad y negocio con el talento, conocimiento y tecnología que se genera fuera de la organización, incorporando nuevos elementos que no disponían internamente.

 Este contexto ha cambiado, y hoy las organizaciones se están aventurando a cruzar estos puentes donde se encuentran un territorio formado por startups, corporaciones, aceleradoras, centros tecnológicos, universidades, entre otros agentes.

 Pero para poder colaborar de forma efectiva necesitan definir nuevas reglas, ya que hay partes de estos muros que persisten en la organización, como son los procesos, a nivel de compras, legales o jurídicos, que diseñados para mitigar riesgos ralentizan la colaboración con otros agentes. Un ejemplo sería buscar que una startup cumpliera todos los requerimientos de homologación de proveedores habituales y pudiera subsistir con pagos a meses vista.

 Por otro lado, hay una frase que siempre escuchamos que es, ¿cómo queremos innovar de forma abierta y colaborativa, si no disponemos de personas abiertas y colaborativas? Porque es cierto, si nuestras personas y equipos han crecido con el mensaje de que la colaboración es una amenaza y que no deben compartir ningún tipo de información, entonces de poco valdrá que redefinir los procesos, porque las personas evitarán cualquier atisbo de colaboración.

 La innovación abierta ha cambiado las reglas del juego, y para continuar avanzando en su práctica hemos de entender e integrar estas reglas en nuestra organización y día a día.

 En un mundo cambiante, ¿qué desafíos en innovación nos esperan en un futuro cercano?

 Tras haber entrevistado a más de 100 líderes de innovación de algunas de las principales organizaciones a nivel internacional, destacaríamos entre tres grandes desafíos: la inclusión de la tecnología en el núcleo de los negocios, la sostenibilidad como herramienta, y la transformación de las capacidades y valores de los equipos.

 En primer lugar todos hablamos y conocemos la tecnología, pero será nuestra capacidad de entender, asimilar su potencial, generar casos de uso e integrar en la organización la que definirá nuestro éxito.

 En segundo lugar, el mundo, el consumidor, nuestros empleados o la regulación ya no permitirá que las organizaciones no sean sostenibles. No es lo mismo hacer sostenibilidad, que ser sostenibles. Lo primero puede ser resuelto con acciones puntuales, lo segundo implica valores y comportamientos continuados.

 Y por último como siempre el gran desafío, las personas. En un mundo cada vez más digital, serán las personas las que paradójicamente marquen cada vez más la diferencia. De nuestra capacidad de atraer el mejor talento, unirlo alrededor de un propósito común e impulsarlo con unos valores para lograr nuestra misión como compañía dependerá el éxito que tengamos.

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